No reír de los calvos (2:23-24)
Eliseo, el hombre sabio, pero
calvo iba en camino hacia Beth-el cuándo fue atacado por un grupo de muchachos
que se burlaron de su calvicie. Eliseo les lanzó una maldición en nombre del Señor,
e inmediatamente dos osos salieron del monte y aniquilaron a los 42 niños
despedazando sus cuerpos hasta la muerte.
De niña yo anhelaba ser cómo
Eliseo, o no ser Eliseo, pero sí con pelo. Pedía en nombre del Señor, aunque
fuera poco más de valor, o que rellenara los huecos dónde me daba el sol, y ni
con todo mi fulgor escuchó mi petición. No por eso perdí mi fe hacia él. No dejé
que la vanidad se apodera de mi ser. Recé y recé, no por mí, sino por ti, por
él y los demás. Por los enfermos, los lujuriosos, los que no tienen camino o
más bien, ningún buen destino. Así fue cómo encontré el mío. Aquel vericueto no
fue nada sencillo, quedé atrapada entre mis caprichos, cegada por delirios. Opté
por trasquilar mi poca cabellera y abandonar mis efímeras ocurrencias. Y así, decidí
dedicar mi vida al hospital de la Santísima Trinidad. Al alivio de los enfermos.
El bálsamo de los pobres. Caridad exquisita y profunda humildad, amor a María,
oración continua y confianza en la Divina Providencia.
Comentarios
Publicar un comentario