Receta caldo de pollo


 Hoy es un domingo soleado, húmedo. Te pregunto si se te antoja un caldito de pollo me dices que sí, sonrío porque yo también quiero, así que me pongo mi vestido favorito, las chanclas, recojo mi cabello, tomo mi bolsa del mandado y me dirijo al mercado. Compro un manojo de cilantro, un chile poblano, una cebolla una cabeza de ajo, apio, 2 muslos de pollo, 3 papas, 2 zanahorias, una calabaza, limón y aguacate. Pido medio kilo de tortillas y como siempre, me quejo de lo caro que está todo, pero está bien porque lo mereces. Regreso a la casa hay una ferretería que abre los domingos. Entro a ella, le comento a la señorita del mostrador que tengo un problema de ratas, bueno en realidad es sólo una rata, grande y asquerosa que ya nos tiene hartos. Sin decir nada me pasa una caja de aspecto colorido algo que un niño podría confundir, pago $100 pesos, algo caro, pero eficaz según ella. Meto la cajita en mi bolsa al lado de las tortillas. Voy tarareando a Elvis ¡because i love u too much baby! Estoy emocionada, llego a casa, estás ahí en la computadora escuchando música de alta frecuencia, fumando en tu pipa de madera. Llego directo a la cocina, pongo la olla con agua al fuego, hecho el cilantro, chile poblano partido a la mitad y sin semillas, 5 ajos, una cebolla, los muslos de pollo y sal. Lo dejo tapado hasta que el pollo esté a punto de cocerse. Agrego la papa, zanahoria y al final la calabaza. Olvidé poner el apio. Me resigno y empiezo a separar las tortillas para que no se peguen. El caldo está listo, huele bien, Leo las instrucciones del veneno, sólo es una gotita en el alimento, pero es una rata grande así que vacío todo el frasco. Me pregunto si realmente lo haré, si estoy lista para las consecuencias, pero sé que sí porque lo hago por ellos y por mi. Sirvo mi plato, a ambos les pongo limón y aguacate ¿cuál plato no tenía raticida? Recuerdo cuál era el mío. No puedo fallar de esa manera, río nerviosamente, estoy temblando y tengo náuseas. Dejo tu plato en la mesa y voy al baño, el mío está en la cocina. Me miro al espejo, me mojo la cara, no quiero salir, no quiero ver cómo te retuerces, al fin de cuentas eres mi papá. Cuando salgo del baño poco a poco me voy asomando con miedo, pero escucho risas y la voz de mi hermano menor, él ama mi caldo de pollo y está comiendo el que no tenía que comer, ya no hay nada en su plato. Y ahí es cuando caigo en cuenta que el mío era el envenenado. Sonrío aliviada, lo abrazó y le pregunto si le gustó, me dice que sí. Voy a la cocina y tiro por la tarja el caldo asesino. Sé que el universo me acaba de dar una señal, una que caerá por su propio peso y que él recibirá un peor castigo que la muerte. 

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