
En modo silencioso partió hacia el oeste, el hombre con cara
de niño lo vio partir y por un momento su rostro reflejó el cansancio de un
viejo. Aquel otro desaparecía poco a poco. Cruzó volcanes activos e inactivos,
camino sobre el fango y la grava, bebió de pozos y arroyos, comió bayas y
alimañas. Ni un alma se había atravesado en su camino, ninguna pena había sufrido
atravesando su destino. Noche tras día y día tras noche. Finalmente divisó a
alguien, era el niño con cara de hombre y lo esperaba con sus pequeños brazos
abiertos y le dijo: ¡Bienvenido a tu verdadera casa!
Comentarios
Publicar un comentario