
El lic Jiménez de familia pobre, pero con hambre de rico,
sabía que no pertenecía ahí, deja tu eso mas bien no quería, no lo merecía, una
criatura cegada por… ambición, eso era Jiménez. Estaba más arriba de la media
en sus aptitudes escolares, sabía lo que quería, dinero fácil, tal vez no tan
limpio. ¡Rata! ¿de dos patas? ¡Te estoy hablando a ti! Entonces el señor se
mete a la universidad y se parte la madre en ella, sale y encuentra trabajo en
el gobierno ¡ya estuvo plebes, me les largo al deefe! Su madre llore y llore,
orgullosa, prepara una cenota, pedota y sepa la bola que más. Total, se muda el
licenciao, se hace de su puesto, tiene una oficina minimalista, amueblada por
el diseñador Fen Chuy, todas las secretarias querían ir a sentarse sobre el sillón
negro con reposabrazos hechos con colmillo de elefante albino ¡ay guaooo, no lo
pueo creer! ¿osea neta esto es de esos animaloteeesss? Increíble. Jiménez de
veritas disfrutaba de su nueva vida, de cuando en cuando le mandaba dinero a su
familia, se ponía bien pedo todos los días, coshaba con quién sabe quién, tenía
el síndrome de la gripa colombiana, en resumen, el vato era el pinche Taz. Total,
el vato se enbroncó con unos de la plaza, lo amenazaron de muerte, le dieron
chance al vato nomas con la condición de que dejara todo su dinero y se largara
a su puto pueblo culero. Ahí va el Jiménez de regreso a su choza, lágrimas en
sus ojos, mocos en su mano. Nadie le preguntó nada, fue como si nunca se
hubiera ido.
Horacio Jiménez
se terminó casando con Guadalupe Gómez, su compañerita del prescolar, tuvieron
3 hijos y un perro azotea
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