Con pecado concebido

Enrique y Pablo dos cholos flacos, pero bien correosos. Adictos a la cacharpa, prendidos. No han dormido ni ingerido ningún alimento desde las últimas 48 horas. Presos en la malilla y sin dinero para poder ir al punto por un poco de queso. - ¿Qué p…asa wey? al chile que me está cargando la v…erdura, gui nid som de esa m…adre, me estoy quedando loco homs, pero enamorado de ella. Sólo esta vez y ya no lo volveré a hacer carnal, por mi jefita que me mira desde el cielo ¡Ya no lo haré má! – Dijo Pablo mientras se secaba las lágrimas y pasaba un poco de saliva por su boca seca. – Ver…ta carnalito tienes toda la razón. ¿De qué manera conseguimos varo en corto? ni pá que pregunto eda… ¿Qué onda Pablito tienes los suficientes hue…sos como pa hacer un atraco? -Dijo Enrique sosteniendo una pistola de utilería. Mientras tanto en la miscelánea “Soldado” se encontraba Doña Linda, sentadita en su silla modificada con cojines, recargada en el mostrador de fierro chutándose una teveinovelas, nomás esperando a algún cliente o un chisme. En la esquina de la tienda estaba Pablo y Enrique. Ojos cristalinos y bien abiertos. Adrenalina y abstinencia. ¿Lo hacemos o no? -susurró Enrique, tentando la fusca de plástico. Pablo no dijo nada y caminó hacia el “Soldado”, su amigo lo siguió.
Doñita Linda se estaba enterando del chismesazo que tle estaba contando Karla, su vecina. Al parecer el hijo de Xochitl es gay y que dicen por ahí, que su novio tiene 41 años. - ¡Ay Jesús de Veracruz! Pero si su hijo apenas y tiene 15, no puede ser Karlita, pero también pobre de él quién sabe qué traumas ha de tener ¿te acuerdas cuando el esposo de la Xochitl…? – Linda dejó de hablar al mirar a aquellos cholos con mirada ajerosa. - A ver hijas de tu pu…ra madre ¡dame todo lo que tengas en la caja y ni se les ocurra gritar que andamos armados! -Pablo casi gritando, fue bajando la voz para no hacer placas. -Sí, enseguida joven, pero baje el arma por favor, no hay necesidad- Dijo Doña Linda serena y morena. Hacía 3 meses que su esposo se había ido pa abajo o pa arriba, dejándola sola. Deprimida y sin más ganas de vivir de alguna manera deseó que le mataran.
Sigilosamente Linda deslizó su mano por el cajón que estaba debajo de la caja registradora, sudorosa y con el corazón a punto de salir, sacó la glock de 9 mm y apuntó a Pablo. Esperando un disparo de ellos, accidentalmente jaló el gatillo. - ¡No ma…nches, no puede ser posible no, no. Carnal, vamos levántese, no se haga, por favor no te hagas! -Enrique con lágrimas y mocos en los labios cubierto de la sangre de Pablito.

Karla yacía desmayada en el piso. Doña Linda estaba feliz, sabía que era su momento de ir con su marido al infierno. Finalmente había cometido un pecado y podía unirse con él.

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